domingo, 31 de enero de 2010

Un Hombre Serio (A Serious Man)

Los Hermanos Coen han ganado a pulso la reputación de "artistas", pues parecen más interesados en satisfacer sus particulares gustos e idiosincrasias que en cubrir los genéricos requerimientos comerciales del cine moderno. Como resultado, sus películas son usualmente recibidas con una mezcla de automática aclamación y confusa incertidumbre sobre sus intenciones u objetivos. Y si eso ocurrió con cintas más o menos comprensibles, como No Country for Old Men y Burn After Reading, no quiero ni pensar en la división que provocará su nueva obra, Un Hombre Serio.

Con la película
O Brother, Where Art Thou?, los Hermanos Coen realizaron una moderna (y muy libre) adaptación de La Odisea, escrita por el poeta griego Homero. Y ahora, con Un Hombre Serio, hicieron una igualmente abierta interpretación del libro bíblico que narra las desventuras de Job, quien sufrió abundantes calamidades inflingidas por Satanás para probar su fe en Dios (o algo así). Además, según testimonio de los cineastas, también incorporaron elementos auto-biográficos en el libreto (pero también nos dijeron que Fargo estaba inspirada en hechos reales, así que ¿quién sabe?). El resultado es un retrato reflexivo, parsimonioso y confuso sobre las experiencias de una familia judía en una típica ciudad de los Estados Unidos a fines de los sesentas.

El Job moderno es Larry Gopnik (Michael Stuhlbarg), profesor universitario de física con problemas en todos los aspectos de su vida. En casa descubre que su esposa pretende abandonarlo para irse a vivir con su mejor amigo; su cuñado es una presencia molesta (y quizás criminal) en su hogar; sus hijos pelean constantemente; y sus vecinos son lacónicos cazadores cuyas inexpresivas miradas podrían ocultar sentimientos anti-semitas. En la universidad tiene que lidiar con acusaciones de corrupción, estudiantes descontentos y tensión por las deliberaciones sobre su empleo en la institución. Entonces, tratando de buscar solución a estos problemas, el afligido hombre decide consultar a una serie de rabinos, quienes ofrecen extrañas parábolas de oblicuo significado, que no parecen tener relación alguna con el sufrimiento de Gopnik; o quizás expresan todo lo que debe entender para sobrellevar su racha de mala suerte.

No niego que haya ingeniosas analogías y profundos mensajes en Un Hombre Serio; pero están ocultos en una narrativa tan monótona que puso a prueba mi paciencia y mi fe en el talento de los Hermanos Coen (no soy un santo como Job, y terminé sospechando que la película era un gran chiste a costa del público). Los aspectos técnicos son extraordinarios, desde las sinceras actuaciones del casi desconocido elenco, hasta la increíble cinematografía de Roger Deakins. La creativa dirección ofrece escenas de ambiguo tono, compartiendo drama y comedia en una combinación imposible de clasificar. Sin embargo me encontré con frecuencia en el límite de la tolerancia por esta desconcertante obra. Durante dos horas estuve esperando esa escena, ese momento que mágicamente unificara los disparatados elementos de la trama en una catarsis narrativa que me hiciera exclamar: "¡Claro! ¡Ahora entiendo!". Pero nunca llegó tal momento. Simplemente llegamos a un abrupto y enigmático final que sólo cobró sentido cuando llegué a casa y decidí leer el mencionado Libro de Job (algunos pasajes, al menos), lo cual sirvió para resolver algunos cuestionamientos que me provocó la película (por decirlo amablemente).

Sin embargo, eso es tan sólo parte del acertijo. Estimo que la plena comprensión de la película también requiere erudición sobre la
Tora, la cultura judía, sus rituales y el simbolismo que adorna sus parábolas y relatos. Confieso que mis conocimientos en esos temas están limitados a lo que vi en Seinfeld y en películas de Woody Allen; y sólo reconocí la referencia a un "dybbuk" porque recordé la reciente cinta de terror The Unborn (algo así como El Exorcista, pero en un contexto judío). Por cierto, los primeros diez minutos de Un Hombre Serio me parecieron extraordinarios, y contribuyeron a hacer las restantes dos horas aún más aburridas y exasperantes (aunque, ahora que lo pienso, ese comienzo podría explicar la "maldición" que cae sobre el protagonista).

Para variar, estoy indeciso sobre Un Hombre Serio. Por un lado, el libreto ofrece sólido material de reflexión intelectual y teológica (en particular me gustaron las referencias al gato de Schrödinger, y a los principios de incertidumbre en física subatómica, pues en gran medida reflejan la impredecible vida del protagonista). Pero como entretenimiento cinematográfico la película me pareció tediosa, auto-indulgente y hasta intencionalmente antipática. Sólo en retrospectiva he encontrado cierto sentido, lo cual me hace apreciar las intenciones de los Hermanos Coen, y al mismo tiempo desear que hubieran encontrado un modo más accesible de compartirlas con nosotros. Entonces sólo recomendaría esta obtusa cinta a estudiosos del cine que no esperen entretenimiento o satisfacción, sino retos intelectuales e interrogantes filosóficas (con un aderezo de Jefferson Airplane) en vez de fórmulas cinematográficas y desenlaces lógicos. Y, desde luego, es obligatoria para los fans de los Hermanos Coen que quedaron descontentos por el comercialismo de sus últimas películas. Ustedes se lo buscaron.
Calificación: 6

sábado, 30 de enero de 2010

Enamorándome de mi Ex (It's Complicated)

A riesgo de poner en duda mi masculinidad, diré que a lo largo de los años he disfrutado las inteligentes y elegantes "chick flicks" (películas para mujeres) que Nancy Meyers ha escrito, producido o dirigido. Cierto, su filmografía tiene algunos pronunciados altibajos pero, en mi humilde opinión, esta polifacética realizadora ha logrado mantener un estándar de calidad bastante inusual para el irregular género de la comedia moderna. Enamorándome de mi Ex consigue alcanzar ese estándar de calidad en algunos aspectos, y sin duda ofrece honestas y divertidas actuaciones de un elenco sobresaliente; sin embargo esta vez sentí que las idealizadas situaciones del guión y el afectado humor de los sofisticados personajes pueden volverse irritantes sin previo aviso. Y no se si habré reaccionado así por un súbito incremento de mi amargura, o porque Meyers está gradualmente cayendo en una auto-parodia de su trabajo previo.

Como sea, la cinta gira en torno al inusual triángulo amoroso entre Jane (Meryl Streep), Jake (Alec Baldwin) y Adam (Steve Martin). Como nos advierte el título original en inglés (
It's Complicated), las circunstancias del triángulo son complicadas: Jane estuvo casada durante largo tiempo con Jake, pero se divorciaron hace 10 años. Jane se dedicó a criar a sus hijos y atender su próspero negocio de pastelería, mientras que Jake se casó con Agness (Lake Bell), una mujer mucho más joven e impetuosa. Pero durante un evento familiar Jane y Jake descubren una inesperada atracción y tímidamente renuevan su romance, notando que ya han desaparecido las presiones que los separaron durante su fallido matrimonio. El problema es que ambos tienen dudas sobre la situación; Jake está enamorándose nuevamente de su ex-esposa, pero está engañando a la voluble Agness; y Jane acaba de conocer a Adam (Steve Martin), un solitario arquitecto que parece pareja perfecta para la divorciada mujer. Entonces Jane deberá decidir entre la cómoda familiaridad de su ex-esposo, o el reto de una romance otoñal con Adam. Y, además de todo... ¿qué pensarán sus hijos de estas inesperadas relaciones?

Enamorándome de mi Ex me dejó con opiniones contradictorias. Por un lado, encontré difícil compadecerme de los personajes "maduros" con piel perfecta, vestuario impecable y refinadas vidas suburbanas donde el mayor problema es tener "solo" dos hornos en su inmensa cocina. Pero bueno... entiendo que se trata de una fantasía femenina (no quiero parecer sexista, pero aceptemos la realidad), y puedo tolerar el "tratamiento Hollywood" que hace la cinta más accesible y estéticamente atractiva. Lo que no logro tragar es la artificialidad de la narrativa y el predecible humor, que tampoco encontré particularmente ingenioso. Por otro lado, es difícil negar el talento de los tres actores principales, y la perfecta química que nos hace apostar por el éxito de sus respectivos lances amorosos. Como certeramente señaló Tina Fey en un reciente episodio de 30 Rock, Meryl Streep ha elegido el camino de la dignidad, evitando los desfiguros que otras actrices emplean para mantener la apariencia de juventud ante los ojos del público. Así, aceptando papeles consistentes con su edad y sin excesivos trucos rejuvenecedores (aunque imagino que los maquillistas de la película se ganaron su sueldo) Streep genera automática simpatía y credibilidad en el espectador. Lo mismo se puede decir del genial Alec Baldwin, quien habita con hilarante aplomo un personaje reconocible por sus fallas y simpático por sus virtudes. Steve Martin (a quien considero un genio de la comedia) debe contrastar con el locuaz Baldwin, y por eso lo encontramos más sutil y controlado (quizás demasiado). Pero cada uno, en su propia manera, logra transmitir algunas verdades muy reales sobre los obstáculos emotivos de "la gente mayor" y las injustas expectativas que en ocasiones encuentran por parte de los jóvenes.

En ese aspecto el libreto funciona mejor como (débil) manifiesto social que como comedia; y también ayuda que la veterana Meyers (no lo digo por su edad, sino por su larga carrera... ¡en serio!) muestra suficiente inteligencia para excluir los más trillados clichés de la comedia romántica, lo cual agradecí bastante. Gracias a ese sano juicio, no tenemos que soportar otra forzada declaración de amor en el aeropuerto, ni presenciar humillaciones públicas de alguien que trata de probar su arrepentimiento, ni debemos girar los ojos con incredulidad ante las torpes manipulaciones empleadas para enemistar a las parejas (bueno, un poco de eso; pero como el truco incluye el trasero de Baldwin puedo pasarlo por alto). Entonces, creo que Enamorándome de mi Ex es una cinta mediocre, pero con válido potencial de entretener al público para quien fue dirigida: adultos que comprenden los obstáculos y tentaciones que se encuentran al entrar en una nueva (y desconocida) etapa de la vida. Creo que aún no estoy en ese rango (aunque no me falta mucho), pero aún así reí en varias ocasiones y, a fin de cuentas, salí más satisfecho que irritado del cine. Por eso puedo darle una cauta recomendación a Enamorándome de mi Ex, sobre todo para la gente que disfrutó otras cintas de similar tema y argumento, como Something Gotta Give, Father of the Bride y Baby Boom. Sí... todas ellas producidas por Nancy Meyers.
Calificación: 6.5

viernes, 29 de enero de 2010

El Libro de los Secretos (The Book of Eli)

El Libro de los Secretos se ubica en un desolado futuro post-apocalíptico, varias décadas después de una guerra nuclear que devastó al planeta, extinguió la civilización y propició el surgimiento de sociedades donde predomina la ley del más fuerte y una economía basada en intercambio, pillaje y esclavitud. En otras palabras, una notable recreación temática y visual del videojuego Fallout 3, lo cual no es extraño pues Gary Whitta, su guionista, fue editor de la revista PC Gamer a mediados de los noventas, cuando yo la leía religiosamente. Hablando de religión, El Libro de los Secretos también incluye pesadas alusiones a la fe y la espiritualidad, incorporando algunas interesantes posibilidades metafóricas; y aunque no me molestaron sus arbitrarias manipulaciones de conceptos cristianos, sin duda me decepcionó su patente carencia de lógica y consistencia, lo cual prácticamente transforma la película en un "deus ex machina" de principio a fin. Pero bueno... antes de que mi diatriba entre al terreno de los spoilers convendrá explicar un poco la situación.

En ese mundo post-apocalíptico encontramos al solitario Eli (Denzel Washington) atravesando a pie los ex-Estados Unidos en una misión que comenzó hace treinta años: debe llevar un misterioso libro a su igualmente misterioso destino en el oeste del país. Sobra decir que el trayecto está lleno de peligros, pues además de la devastación general y contaminación radioactiva también hay pandillas de saqueadores que asesinan viajeros para robarles sus pocas pertenencias. Afortunadamente Eli no es un indefenso peregrino, sino un combatiente nato con fantástica habilidad para defenderse, lo cual demuestra cuando llega a una primitiva comunidad en busca de provisiones, y es atacado por los esbirros de Carnegie (Gary Oldman), el desalmado líder local, quien conoce la existencia del libro. Entonces, con ayuda de una esclava fugitiva llamada Solara (Mila Kunis), Eli deberá internarse en territorio desconocido para escapar del villano y sus ayudantes, quienes no se detendrán ante nada hasta poseer el secreto que Eli cuida con su vida.

Pocos actores poseen la gravedad y peso dramático para interpretar un papel como el de Eli, y creo que Denzel Washington realiza un excelente trabajo combinando humildad, propósito y un sutil aire de amenaza que dice mucho de su personalidad e implacable voluntad. Gracias al actor es posible sobrellevar las partes más tediosas de la trama, pues aunque hay muy buenos momentos de acción y suspenso (¿mencioné la revelación final que destruye toda expectativa?), el libreto se arrastra perezosamente mientras regurgita ideas y situaciones demasiado vistas. ¿Cuántas veces debemos "sorprendernos" cuando el solitario héroe derrota a múltiples atacantes que lo consideraron presa fácil? ¿Sigue siendo necesario basar al genérico villano en los enemigos de James Bond? Gary Oldman parece (al menos en papel) un buen antagonista de Denzel Washington; lamentablemente los directores deciden desperdiciar su talento con insulsos diálogos y las clásicas amenazas que hemos visto recitadas por toda clase de malandrines desde el inicio del cine. La igualmente talentosa Jennifer Beals es apenas un "prop" del villano; y la guapa Mila Kunis hace lo posible por mantener el paso de Washington, aunque su personaje es simultáneamente un "mcguffin", una damisela en peligro, y un rostro bonito para hacer más ameno el trayecto por el desierto radioactivo.

Sospecho que la ideología religiosa de cada espectador modificará en gran medida su percepción de El Libro de los Secretos. Por eso me limitaré a decir que, sin importar el mensaje o intención de la película, me mantuvo entrenido en algunos momentos por su dinámica acción... y aburrido en otros por su falta de innovación y lento desarrollo (no se desesperen por el lento inicio; la cinta mejora conforme avanza); también me gustó mucho el diseño de producción (si olvidamos que sale directamente de Fallout 3) y me encantaron los escabrosos cielos que adornan la cinta entera (no me habían impresionado tanto las nubes desde aquellos memorables escenarios impresionistas de la serie animada The Amazing Spider-Man realizada en los sesentas). Sin embargo, el desenlace me pareció una trampa, pues explica ciertas cosas al mismo tiempo que sacrifica el sentido común y contradice algunos de sus elocuentes temas... aunque no puedo negar que fue inesperado, y seguramente provocará acaloradas discusiones entre los espectadores deseosos de una interpretación más concreta. Buena suerte para encontrarla.
Calificación: 7

lunes, 25 de enero de 2010

Freaky Faron

Es bien sabido que los estándares de calidad narrativa en el cine infantil son lamentablemente bajos, debido a la deplorable creencia de que los niños carecen de la sofisticación necesaria para fijarse en "detalles" como lógica, ingenio y cohesión. Y lo peor es que, aunque no me guste admitirlo, el éxito económico de obras como Madagascar y Hannah Montana: La Película parece apoyar esa teoría. De cualquier modo aborrezco el uso de la frase "es para niños" como excusa para justificar la creación de películas mal escritas y plagadas de clichés que los grandes estudios (en cine y televisión) endilgan a los pequeños, sobre todo cuando se usan como simple vehículo de mensajes mercadológicos y consumistas. Desde luego existen algunas honrosas excepciones, como la filmografía de Pixar y aisladas obras que de vez en cuando desafían las bajas expectativas creadas por este lucrativo mercado. Freaky Faron se acerca mucho a ser una de esas excepciones, aunque no escapa de algunos problemas que sabotean sus notables atributos.

Inicialmente pensé que
Freaky Faron estaría basada en alguna serie literaria, pues desde el principio se perciben atisbos de una rica mitología que amerita un examen más profundo. Pero no... parece ser una obra independiente, aunque se antoja posible el desarrollo de una franquicia a su alrededor. La trama gira en torno a Faron Hallowell (Courtney Halverson), una inteligente adolescente que finalmente es liberada tras haber pasado varios años en una institución mental, como consecuencia de haber atacado violentamente a un reportero cuando tenía apenas 11 años. En aquel entonces Faron afirmó que había sido entrenada por un grupo de centinelas extraterrestres para defender al planeta Tierra de una malévola conspiración interplanetaria. Pero ahora, a los diecisiete años, Faron parece estar completamente recuperada y lista para regresar a su casa... aunque no todos sus psiquiatras coinciden. Entonces, mientras Faron hace su mejor esfuerzo por retomar una vida normal de adolescente, sus pequeñas vecinas, Jamie (Lydia Milner) y Kaitlin (Carly Hayes) le piden ayuda para encontrar a una maestra desaparecida en circunstancias misteriosas. Faron se niega al principio, aunque eventualmente decide ayudarlas, pues la desaparición de la mujer podría estar relacionada con la conspiración extraterrestre. Pero ¿realmente está la Tierra en peligro, o solo son fantasías de una muchacha mentalmente inestable?

Me ha tocado ver muchas películas independientes de horror, acción y comedia filmadas con escasos recursos para el mercado directo a DVD, pero creo que Freaky Faron es la primera (o segunda, si contamos The Flyboys) dirigida al público familiar. La verdad no esperaba que me gustara tanto, aunque debo señalar sus obvias limitaciones técnicas y estéticas. Para empezar, está grabada en video de mediana calidad y en condiciones que tienden a enfatizar las limitaciones de ese medio (escenas nocturnas, excesivo ruido ambiental). No se si la culpa sea de la fotógrafa Kelly Richard, o del director John Ross, por no haber considerado esos factores en su libreto; sin embargo he visto peores imágenes en el cine directo a DVD, de modo que puedo disculpar su pobre apariencia. Las actuaciones del joven elenco son agradablemente naturales, aunque no muy pulidas; y sin duda aprecio la credibilidad de usar una actriz principal realmente adolescente, en vez de una mujer de veintitantos años pretendiendo tener diecisiete. Además, aunque haya mención de artes marciales y conspiraciones extraterrestres, no hay que esperar efectos especiales ni secuencias de acción. Para bien o para mal, Freaky Faron es una historia de detectives que se fundamenta en el ingenio de su libreto, en las deducciones de la protagonista, y la integridad del guión, que se abstiene de utilizar atajos o trampas para facilitar la labor de su escritor.

Como dije, me sorprendió esta sencilla pero inteligente película, aunque temo que puede ser víctima de una inusual paradoja: por un lado, está dirigida al público infantil y juvenil, pero su metódica narrativa y austeridad visual podrían alejarla de esa audiencia; por otro lado, el joven elenco casi amateur, y la ausencia de sangre o acción tal vez resten interés para aficionados al más maduro cine directo a DVD. Como sea, espero que Freaky Faron encuentre su propio público, a pesar de ser una producción tan humilde que no puede sostener una distribución consistente, y hasta Amazon tiene dificultades para vender el DVD (unos días dice que está "in stock", y otros que está descontinuado). Entonces, recomiendo esta inusual obra para quien esté cansado de películas infantiles repletas de efectos especiales y genéricos mundos mágicos, cuya única misión es tratar de ocupar el nicho que pronto dejará vacío Harry Potter. Freaky Faron es una gran alternativa dentro del cine familiar, y muestra el potencial de la producción independiente en un género distinto al habitual horror o acción. Solo me queda esperar que Faron Hallowell encuentre nueva vida en secuelas (ya sea en cine o algún otro medio), pues tiene el potencial de convertirse en una moderna Nancy Drew para la siguiente generación de "geeks", que merecen un personaje más interesante y menos pre-fabricado. Pero dudo que suceda.
Calificación: 8.5

domingo, 24 de enero de 2010

Invictus

Hay eventos en la historia humana que son tan trágicos, monumentales o significativos, que cualquier película basada en ellos parece automáticamente inmune a toda crítica, pues quien se atreva a hablar mal de ellas parecerá que está hablando mal de las víctimas o héroes que retratan. El holocausto judío es uno de esos eventos; lo mismo aplica a cualquier genocidio, sobre todo reciente; y desde luego el apartheid que durante tantos años existió en Sudáfrica. Menciono esto porque la película Invictus me pareció mal planteada y terminó decepcionándome, aunque de ninguna manera niego la validez de su mensaje, ni la importancia de los hechos que retrata. Simplemente no coincido con el modo como los expone. Por favor no me hagan hablarle a mi abogado (o encontrar uno, para el caso).

Invictus comienza en 1994 con las elecciones que dieron la presidencia de Sudáfrica a Nelson Mandela (Morgan Freeman), prisionero político y líder espiritual del movimiento en contra del apartheid, que durante décadas oprimió a la población negra de ese país, negándole derechos y limitando severamente sus libertades. Afortunadamente el cambio de régimen abrió nuevos horizontes para el país entero, pero Mandela se dio cuenta de que sería muy fácil caer en un círculo vicioso de rencor y venganza que terminaría segregando a la minoría blanca en control del poder económico. Entonces, entre sus numerosas políticas de unificación y tolerancia, Mandela eligió al equipo de rugby Springboks (integrado casi totalmente por jugadores blancos) como un símbolo de la integración racial en la nueva Sudáfrica, y puso en manos del popular jugador François Pienaar (Matt Damon) la misión de llegar a la Copa Mundial de Rugby, por celebrarse en 1995. Así, el hábil político tendría una meta común para ambos grupos étnicos, y demostraría que era posbile la unión de esfuerzos para beneficio del país entero. Pero, más allá del rencor de la población negra y las dudas del gabinete presidencial, Mandela y Pienaar enfrentaron un obstáculo más inmediato y tangible: la mediocridad del equipo de rugby, acostumbrado a perder y sin motivación para ganar. ¿Podrían cambiar de actitud y lograr llegar a al Copa Mundial?

Durante su primera mitad Invictus sigue al impresionante personaje de Nelson Mandela en los días posteriores a su elección; sin embargo el libreto cambia eventualmente su enfoque y se transforma en una película deportiva, dedicando casi por completo la segunda hora a un partido de rugby muy importante, pero que de ninguna manera me interesó tanto como las batallas políticas que vimos al principio. La verdad me irritó ese cambio de perspectiva, pues además de que no tengo interés alguno en el rugby e ignoro por completo las reglas del juego, me pareció una muy débil analogía de los inmensos retos que enfrentó Nelson Mandela como presidente de Sudáfrica, así como de sus considerables éxitos. En otras palabras, creo que hay material absolutamente fascinante en la vida personal y política de esta célebre figura, y no siento que el mejor modo de examinarlo haya sido con un simple partido de rugby. Sí, comprendo su significado e impacto en la sociedad sudafricana (el libreto no nos deja olvidarlo); pero siento que el director Clint Eastwood decidió enfocarse en la parte menos interesante de la historia real.

Parte del "problema" (si podemos llamarlo así) es que Morgan Freeman realiza uno de los mejores trabajos de su carrera con su interpretación de Nelson Mandela (lo cual es decir bastante). No quiero exagerar, pero Freeman nació para este papel, y cada segundo de su presencia en la pantalla es hipnótico e imposible de ignorar. Entonces, cuando el peso de la historia se traslada a los genéricos deportistas, la película pierde su eje narrativo y trata de recuperarlo sin mucho éxito hasta el predecible final (no quiero revelar SPOILERS, pero es lógico suponer que la película no se hubiera filmado si la historia hubiera seguido un camino distinto). En el ingrato papel de François Pienaar, Matt Damon ofrece también una sólida actuación, doblemente valiosa por su dominio del espeso acento sudafricano; sin embargo no se compara con el magnetismo de Freeman y las asombrosas estrategias de Mandela.

Tengo la teoría de que Clint Eastwood disfruta haciendo películas sobre deportes, pero no quiere reducirlas a los típicos clichés que hemos visto en este limitado género. Por el contrario, Eastwood pretende que el triunfo o fracaso de los deportistas incluya niveles dramáticos que rara vez alcanzan las simples historias de "equipo de perdedores lucha por el triunfo". En Million Dollar Baby vimos cómo un predecible relato de boxeo se transformó inesperadamente en una disertación sobre ética médica; y, en sentido inverso, ahora Invictus comienza como un eléctrico drama político que degenera en la proverbial confrontación deportiva. El problema es que el contexto de esta historia ofrecía potencial narrativo casi ilimitado, el cual se ignora a favor de sus aspectos más simples y previsibles. A pesar de todo eso tengo que recomendar Invictus tan sólo por el impresionante trabajo de Morgan Freeman y por la segura dirección de Clint Eastwood, pues aunque tengo severas dudas sobre el libreto, es indudable la calidad técnica y creativa aplicada a gran parte del proyecto. Sólo espero que Freeman tenga oportunidad de repetir el mismo papel en una película mejor balanceada, que no se distraiga tan fácilmente de los hechos relevantes. Después de todo, si Michael Sheen ha interpretado 3 veces al ex-Primer Ministro británico Tony Blair, no veo por qué Freeman no pueda dedicar algunos años a explorar un personaje tan interesante (y polarizante) como Nelson Mandela.
Calificación: 8

sábado, 23 de enero de 2010

Amor Sin Escalas (Up in the Air)

Muchas veces me he quejado de películas que mezclan géneros en una desesperada búsqueda de identidad, y terminan diluyendo su impacto por no encontrar un tono o estilo apropiado para su narrativa. Sin embargo Amor Sin Escalas demuestra que la inesperada combinación de drama, comedia y romance puede funcionar con la ayuda de un inteligente libreto, notables actores e impecable dirección, dando como resultado una rara amalgama de difícil clasificación que logra ser emotiva sin falso sentimentalismo, graciosa, y al mismo tiempo honesta en sus exámenes de la conducta humana y la situación mundial contemporánea.

Amor Sin Escalas
se centra en Ryan Bingham (George Clooney), experto "consultor" que viaja constantemente por los Estados Unidos despidiendo empleados de empresas que pagan por ese raro servicio. Y, claro, en el entorno económico actual Bingham tiene más trabajo que nunca, lo cual le complace pues "el camino" es el único lugar donde está realmente feliz, viviendo en hoteles, volando en avión y evitando cualquier lazo afectivo duradero o importante. De hecho, su única ambición en la vida es alcanzar el mágico número de millas viajadas para pertenecer a un exclusivísimo club de la línea aérea American Airlines. Pero la coraza emocional del solitario hombre empieza a desintegrarse cuando conoce a Alex (Vera Farmiga), otra "viajera profesional", con quien establece una cálida relación determinada por el número de ciudades en las que coinciden sus viajes. ¿Será posible que Bingham esté sintiendo la necesidad de encontrar una pareja más estable? La respuesta tendrá que esperar, pues Craig Gregory (Jason Bateman), el jefe de Bingham, está considerando la opción de realizar los despidos vía Internet, gracias a los progresivos consejos de Natalie Keener (Anna Kendrick), una experta en eficiencia con grandes ideas tecnológicas. Desde luego ese cambio "cortaría las alas" de Bingham, y lo condenaría a una rutinaria vida de oficina, de paso perdiendo la oportunidad de encontrarse periódicamente con Alex. Entonces, para probar que el método personal es superior a los "despidos remotos", el veterano consultor decide llevarse a Natalie en su último viaje, para que gane experiencia de primera mano en el difícil trabajo de despedir gente que rara vez lo merece.

Uf... estuvo larga esa sinopsis, pero apenas muestra el rico tapiz emocional que tejen los fantásticos personajes de Amor Sin Escalas. El sólido libreto de Sheldon Turner y Jason Reitman (basado en una novela de Walter Kim, que planeo leer) evita clichés dramáticos y fórmulas humorísticas para encontrar un perfecto tono que desafía expectativas y nos sumerge en la vida de personajes que se sienten al mismo tiempo familiares, pero suficientemente impredecibles para mantener el interés en su desarrollo y crecimiento. El talentoso elenco se funde con sus papeles, y no cuesta trabajo ignorar a George Clooney, estrella de cine, para centrarnos en Ryan Bingham, "loser-winner" cuyo cruel oficio quizás haya influido en su aislamiento personal... o viceversa. Vera Farmiga es perfecta como la pragmática Alex, y Anna Kendrick funciona maravillosamente bien como la experta en eficiencia que cree tener todas las respuestas a pesar de su inexperiencia en el mundo real. Y aunque hay otros "nombres" en el elenco, su presencia es mínima, así que quienes esperen ver a Jason Bateman, J.K. Simmons, Melanie Lynskey o Zach Galifianakis como co-estelares, quedarán decepcionados, pues apenas aparecen unos cuantos minutos en la pantalla. Ciertamente cumplen su labor, pero la película pertenece por completo a Clooney, Farmiga y Kendrick.

Arriesgándome a caer en hipérbole (¿más?), diré que también merece mención la narrativa de Amor Sin Escalas, moderna por su fluidez y consistencia, pero clásica por enfocarse en experiencias personales sencillas, que no requieren exageraciones dramáticas ni los típicos "grandes gestos" que estamos acostumbrados a ver en el cine contemporáneo. No hay que esperar forzados momentos catárticos ni revelaciones sorpresivas... simplemente las bien moduladas "voces" de las actuaciones armonizando en un coro emotivo y sincero, aunque ciertamente frívolo y superficial. Y esa sería quizás la única falla que sentí en la película... sin duda fue una placentera (y agridulce) experiencia cinematográfica, pero carece de la sustancia necesaria para recordarse como algo trascendente o impactante. Pero bueno... no hace falta que cada película cambie nuestras vidas; en ocasiones basta con distraernos un poco, pero sin perder de vista la realidad.

En lo que va del siglo, el director Jason Reitman ha realizado tres sobresalientes películas (incluyendo Juno y Thank You for Smoking) que, en mi humilde opinión, lo han consagrado como uno de los mejores directores contemporáneos, cuya talento parece afinarse a la par con su madurez. Sí, incluso me atrevería a decir que en escasos cinco años ya superó la carrera de su ilustre padre, Ivan Reitman. Entonces, sólo queda darle una entusiasta recomendación a Amor Sin Escalas, (aunque, al igual que ocurrió con Juno, estimo que no será para todos los gustos), pues no sólo nos ofrece personajes interesantes y una historia imposible de encasillar, sino que además ofrece un sobrio pero optimista comentario sobre la crisis económica mundial, sin necesidad de sermones o pesadas lecciones morales. La verdad es siempre difícil, pero pocas veces tan entretenida.
Calificación: 9.5

viernes, 22 de enero de 2010

El Cuarto Contacto (The Fourth Kind)

El Cuarto Contacto será acusada de copiar el estilo de Paranormal Activity aunque, para ser honestos, ambas se rodaron más o menos al mismo tiempo, y ambas muestran bastante influencia de The Blair Witch Project. Pero El Cuarto Contacto comete el error de combinar "realidad" con "ficción" de una manera poco creíble y hasta involuntariamente humorística. Habiendo dicho eso, debo admitir que la tensa historia e inquietante atmósfera de los segmentos "reales" (uff... necesito comillas dentro de las comillas para expresar el meta-meta-contenido de esta película) conduce a algunos buenos sobresaltos y momentos de angustia. El director Olatunde Osunsanmi tiene obvio talento para provocar suspenso y orquestar escenas de terror... desafortunadamente no mostró igual visión al armar este extraño híbrido de técnicas y métodos que desperdicia su interesante premisa en un formato a punto de caer en la auto-parodia.

Al principio de
El Cuarto Contacto aparece la actriz Milla Jovovich muy seria, explicándonos solemnemente la intención de la película, y de paso advirtiéndonos que estamos a punto de ver videograbaciones reales que pueden resultar perturbadoras. Estos videos fueron realizadas por la psicóloga Abigail Tyler en un pequeño pueblo de Alaska, y muestran sesiones de terapia hipnótica con las que trató de ayudar a sus pacientes, muchos de los cuales sufrían inexplicables terrores nocturnos asociados a la imagen de un búho. Pero los testimonios que capturaron las cintas revelan paulatinamente un horrible secreto que podría explicar las abundantes desapariciones de personas en aquella aislada región. Y, peor aún, quizás el fenómeno fue encubierto por el gobierno de los Estados Unidos.

Para bien o para mal el director combina los videos "reales" con dramatizaciones en las que Jovovich, Elias Koteas, Will Patton y otros, interpretan a la Dra. Tyler y a los habitantes del pueblo que sufrieron por las buenas intenciones de la psicóloga. En ocasiones incluso vemos la dramatización al lado del video original, haciendo que nos preguntemos cuál fue exactamente la intención del director Osunsanmi... ¿mostrar el talento de Milla Jovovich para reproducir las inflexiones vocales de la Dra. Tyler? ¿O emplear a sus actores para acentuar el drama que las cintas no lograron capturar? Sonará paradójico, pero estimo que un enfoque más anónimo y "verité" (al estilo de Paranormal Activity) hubiera generado mejores resultados que esta inestable fusión de técnicas. Pero bueno... quizás sea mejor hacerle caso a Jovovich y dejar que cada espectador saque sus propias conclusiones. Por lo pronto, encontré la película en igual proporción interesante y engorrosa, pues los eventos "reales" son suficientemente enigmáticos para despertar la imaginación, mientras que las dramatizaciones exageran el melodrama hasta caricaturizar los personajes, y ni el sincero trabajo de los actores logra encontrar el balance apropiado para co-existir con sus "genuinas" versiones.

Pero dejemos a un lado la técnica. A fin de cuentas, ¿funciona El Cuarto Contacto como película de suspenso? Creo que sí, y aunque sea difícil tragar su fracturada narrativa (por no mencionar su dudoso tema), no cabe duda que hace adecuado uso de la sugestión para provocar terror con un mínimo de efectos especiales y trucos de cámara. De hecho, al igual que me ocurrió con The Blair Witch Project, quedé al mismo tiempo frustrado y curioso sobre los eventos más relevantes de la película, y con ganas de que hubiera profundizado más en sus causas. Subjetivamente considero esa estrategia como un acierto, aunque sin duda para otros se sentirá como un vulgar truco, o hasta un artero engaño por parte del director, que nos lleva hasta el borde de la tensión para desinflarla con el consabido final ambiguo y poco satisfactorio.

Hay muchas cosas que me gustaron de El Cuarto Contacto (cuyo título en inglés - The Fourth Kind - se refiere a la famosa escala acuñada por el Dr. J. Allen Hynek) y puedo recomendarla para quienes disfrutaron de Paranormal Activity. Pero los que salieron de aquella película echando pestes, mejor eviten repetir la experiencia, y como alternativa vean algún documental sobre Linda Moulton Howe o Jacques Vallée, que quizás los dejará más satisfechos sobre el fenómeno (o embuste) del "secuestro extraterrestre". Como siempre he dicho: prefiero ver una película que falló por experimentar con algo diferente, y no una que ni siquiera se arriesgó a intentarlo. Por eso admiro que el director Olatunde Osunsanmi haya buscado un ángulo innovador para adornar la vieja fórmula del video casero; y aunque no tuvo éxito total, merece la oportunidad de asustarnos con su ingenioso ardid.
Calificación: 7

miércoles, 20 de enero de 2010

Smokin' Aces 2: Assassins' Ball

La película Smokin' Aces (2007), del director Joe Carnahan, me pareció una entretenida sátira del cine de acción que combinó sensibilidad norteamericana con el frenético estilo neo-noir británico para contar una historia llena de violencia y giros inesperados. Ahora, tres años después, nos llega la típica secuela directa a DVD, y aunque el director P.J. Pesce hace su mejor esfuerzo por duplicar los vulgares encantos de la original, no logra igualar su ingenio y carácter. Parte del problema es que el libreto finge ser inteligente cuando en realidad es confuso; el estilo ahoga al contenido; y el elenco palidece frente al desfile de sólidos actores que adornaron la primera película. No obstante, terminé pasando un rato ameno con esta innecesaria secuela gracias a su desvergonzada energía e irreverente humor.

El argumento de Smokin' Aces 2: Assassins' Ball comienza bien, pero se desmorona ante cualquier análisis: al principio de la película nos enteramos de que una misteriosa figura del bajo mundo está ofreciendo tres millones de dólares por la muerte de un veterano analista del F.B.I. llamado Walter Weed (Tom Berenger), siempre y cuando el "trabajo" se realice en un día y hora muy específicos. Tan jugosa recompensa despierta la ambición de varios asesinos, cada uno con sus particulares métodos y sensibilidades; así tenemos a Finbar McTeague (Vinnie Jones), cuya frialdad y disciplina la han ganado el apodo de "El Cirujano" (por no mencionar su gusto por las herramientas quirúrgicas); al camaleónico Lazlo Soot (Tommy Flanagan), capaz de suplantar a cualquier persona; a la seductora pero mortal Ariella Martínez (Martha Higareda); y a la rijosa familia Tremor, cuyo padre apenas puede contener los instintos asesinos (y sexuales) de sus impulsivos hijos.

Por su lado, el F.B.I. ha tomado muy en serio la amenaza contra su analista, y pone en movimiento un operativo para proteger a Weed, quien queda bajo la protección del tenaz Agente Baker (Clayne Crawford) y su equipo de leales colaboradores. Entonces, ocultos en un impenetrable "bunker" bajo un bar en la ciudad de Chicago, los agentes esperan pacientemente a que pase el momento elegido para la ejecución, y mientras tanto tratan de deducir por qué hay tanto interés en la muerte de un anónimo trabajador gubernamental. Pero antes de averiguarlo tendrán que salir vivos del simultáneo ataque de los ambiciosos asesinos, que de algún modo se enteraron de la ubicación "secreta" de Weed y sus protectores.

No tengo pruebas para respaldar esta teoría (ni ganas de buscarlas), pero me atrevo a especular que Smokin' Aces 2: Assassins' Ball empezó como un barato libreto independiente; y cuando un ejecutivo emprendedor notó el parecido con Smokin' Aces, decidió adoptarlo como secuela, re-escribiendo lo necesario para acentuar las similitudes y añadir algunas referencias que de algún modo relacionaran ambas películas (hasta donde puedo ver, sólo regresa Tommy Flanagan de la cinta original). La verdad no es una mala estrategia, y sin duda ayudará a la difusión de esta película que al menos alcanza el promedio mínimo de acción y violencia para justificar su existencia en el mercado directo a DVD. Como puede esperarse, el trabajo de los actores es un tanto irregular, destacando Vinnie Jones en su típico papel de rudo, el veterano Tom Berenger como el enigmático Weed, Christopher Holley como un agente del F.B.I. que maneja con igual destreza una escopeta y un saxofón; y Autumn Reeser como la implacable Kaitlyn Tremor. También me gustó ver al inconfundible Ernie Hudson en un breve cameo, y a la actriz mexicana Martha Higareda, no muy convincente como sensual asesina, pero mostrando buena química con el iracundo Jones. El resto del elenco (incluyendo al héroe por default) cubre decentemente los requerimientos de sus personajes, y pasa sin pena ni gloria.

Lo mismo diría del director P.J. Pesce, cuyos desplantes estilísticos complementan el frenético ritmo, y al mismo tiempo "rinden homenaje" (plagian) los clásicos excesos visuales de Tony Scott, Guy Ritchie y Oliver Stone (las escenas con la familia Tremor parecen "outtakes" de Natural Born Killers). Imagino que al trabajar con un libreto flojo es necesario añadir energía por cualquier medio necesario, y la sobrecarga de trucos de edición, filtros fotográficos y rebuscada cinematografía contribuyen a hacer la experiencia más fluida y amena... o más irritante, según el gusto del espectador. Hablando del libreto, me gustó que la acción se vea respaldada por un misterio medianamente interesante, aunque se nota la desesperación de los cineastas cuando en los últimos minutos nos endilgan tres o cuatro finales inesperados en un vano intento por simular profundidad. A fin de cuentas no me parecieron muy coherentes esas revelaciones, pero decidí tomarlas como parte integral del exagerado humor de la película.

Si no hubiera visto hace poco The Tournament (una muy superior película que igualmente incluye múltiples asesinos compitiendo por dinero) podría darle una calificación más alta a Smokin' Aces 2: Assassins' Ball; sin embargo puedo recomendarla para aficionados al género que quieran pasar un rato de mediocre emoción, superficial misterio y efectos digitales poco creíbles. Estimo que mucha gente la verá como un bodrio de ínfima calidad, pero quienes acostumbren navegar las traicioneras aguas del cine directo a DVD reconocerán que no es tan mala como otras, aunque sin duda pudo ser mejor. Y para fans de la película original, solo diré que hay mucha diferencia entre una elegante "suite" en Las Vegas y un modesto bar en Canadá. Perdón, "Chicago".
Calificación: 6.5

lunes, 18 de enero de 2010

Fama (Fame)

The Commitments es mi musical favorito de Alan Parker, pero Fame (de 1980) le sigue muy de cerca (sí, incluso superando a Pink Floyd: The Wall). Empleando su habitual talento como director para unir historias divergentes en una experiencia narrativa única, Parker nos sumergió en el diario trajinar de varios jóvenes estudiantes de artes interpretativas, explorando al mismo tiempo sus mentes, revelando sus motivaciones, inseguridades y retos personales. Y, por si eso fuera poco, la música de la película fue fantástica, y nunca se ignoraron las realidades urbanas de Nueva York en aquella época pre-Giuliani. En resumen, una de mis películas favoritas de los ochentas que representa un cálido pero realista examen de la proverbial "búsqueda de la fama". Habiendo dicho eso, aclaro que cuando me enteré del moderno re-make, no me pareció mala idea. Después de todo, la "fama" de hoy es muy distinta al concepto que se tenía hace treinta años (¡¿treinta años?!), y sería interesante ver la perspectiva contemporánea de esa quimera, al igual que sus nuevos retos ideológicos, sociales y tecnológicos. Desafortunadamente la ambición del primerizo director Kevin Tancharoen (ex-coreógrafo de Britney Spears) no llega tan lejos, y simplemente repite la fórmula establecida en la primera película, cambiando el funk por rap y transformando la intensidad del proceso creativo en blando melodrama y clichés artísticos que no estarían fuera de lugar en Hannah Montana o The Jonas Brothers.

Al igual que la original, Fama carece de argumento riguroso, y prefiere seguir las experiencias de varios adolescentes durante los cuatro años de preparación en la Academia de Artes Interpretativas en Nueva York. Entre ellos están Denise (Naturi Naughton), pianista clásica que desea experimentar en la música popular contra los deseos de su estricto padre; Victor (Walter Perez), talentoso compositor atrapado en los rígidos confines impuestos por sus maestros; Jenny (Kay Panabaker), tímida e insegura joven con deseos de convertirse en una gran actriz; Alice (Kherington Payne), bailarina de innato talento y mala actitud; Malik (Collins Pennie), serio actor que entró a la academia sin el conocimiento de su familia; Marco (Asher Book), multi-talentoso estudiante con limitaciones ocultas... y media docena más, todos con sus breves momentos de triunfo, drama y aprendizaje. Igualmente conocemos al cuerpo facultativo de la Academia, que incluye a Fran Rowan (Megan Mullaly), profesora de canto; al Sr. Cranston (Kelsey Grammer), puntilloso instructor musical; la Srita. Kraft (Bebe Neuwirth), comprensiva maestra de danza; y el Sr. Dowd (Charles S. Dutton), encargado del departamento dramático y de vez en cuando psicólogo de sus alumnos. Y, claro, sobra decir que ellos también aprenderán cosas nuevas para cuando llega el gran final del curso escolar.

No pretendo hacer más comparaciones entre las dos películas; quienes hayan visto la original descubrirán los paralelismos y referencias (incluyendo una mención a The Rocky Horror Picture Show) en esta nueva versión, y sacarán sus propias conclusiones. Simplemente diré que Kevin Tancharoen podrá tener gran renombre en el mundo de la danza, pero como cineasta no está a la misma altura de Alan Parker. O siquiera de Alan Smithee. Su selección de actores me pareció muy irregular, pues si bien existe genuino talento en el elenco (Naturi Naughton, Charles S. Dutton), también tenemos actores débiles y carentes de personalidad que apenas logran marcar su presencia en la memoria del espectador. Como ejemplo puedo señalar a Kay Panabaker, quien es ciertamente adorable; pero su tenue sustancia la hace fácilmente olvidable, y en ocasiones hasta irritante. Su personaje debe ser temeroso e inseguro; pero (como diría el profesor de actuación), es distinto actuar como un personaje inseguro que ser inseguro al actuar. En cuanto a la música, Tancharoen reparte canciones nuevas y clásicas a lo largo de la película, con moderado efecto. Algunas piezas muestran cierta innovación; otras son genérico "pop" contemporáneo destinadas al olvido instantáneo. Sólo las escenas de baile resultan consistentemente interesantes, por el obvio talento de los intérpretes y el ojo crítico del director.

A fin de cuentas Fama resultó ser una versión "lite" de la historia original, tal vez un poco más madura que el resto de las frívolas cintas juveniles sobre aspiración artística que hemos visto en los últimos años (desde You Got Served y Make It Happen, hasta Camp Rock y Raise Your Voice). Quizás en cierto nivel merece crédito por haberse adaptado eficientemente a las expectativas y requerimientos del mercado fílmico contemporáneo (en otras palabras: menos drama, más High School Musical); pero eso no es excusa para presentar de manera tan blanda e impersonal una historia que debería estar rebosante de emoción, entusiasmo y energía creativa. Quizás pareció buena idea poner a un coreógrafo como director de una película sobre artes interpretativas; pero por algo no se han contratado chefs como directores de películas sobre comida; ni astronautas como directores de películas sobre el espacio. Como decía mi abuelo: zapatero a tus zapatos; sobre todo si son de tap.
Calificación: 6